Cuando Dios guió a su pueblo a volver a las prácticas de la Iglesia primitiva

El siglo XVIII concluyó en Francia con revolución, desasosiego político y la abolición de la religión cristiana, afectando notablemente al país de Gran Bretaña. Los corazones de los hombres se desfallecían por temor – temor generado por invasión y por rumores de guerra, pestilencia y hambre. Como resultado, la gente de Gran Bretaña e Irlanda empezó a ajustar sus vidas a un sentido más profundo de espiritualidad, y con ello, se estimuló el estudio de las Sagradas Escrituras. Durante estos años, la primera Escuela Dominical oficial fue empezada por Robert Raikes, la Sociedad Misionera Londinense (London Missionary Society) se fundó en 1895, y la Sociedad Religiosa de Tratados (Religious Tract Society) se estableció unos años más tarde. Estos movimientos fueron claras manifestaciones de la operación del Espíritu Santo durante esa época.

Unos años más tarde, se reveló más evidencia de la obra del Espíritu Santo en lo que se llegó a conocer como el “movimiento de los Hermanos” (Brethren movement).

De la misma manera que en el siglo XVI Dios utilizó a Martín Lutero, un monje católico romano convertido, para restaurar a la Iglesia la verdad olvidada de que la justificación es sólo por fe, así Dios utilizó a un médico católico romano convertido para restaurar a su pueblo las verdades olvidadas en cuanto a su Iglesia, su comunión espiritual y su adoración. El nombre de este joven médico era Edward Cronin – nacido en Cork, Irlanda del Sur, en 1801, y “nacido de nuevo” por el Espíritu de Dios en 1822.

Residente de Dublín, se gozaba en la comunión con cristianos de distintas denominaciones pero se angustiaba por las divisiones que desgarraban la Iglesia Protestante. Su estudio de la Palabra de Dios confirmó sus creencias de que el Cuerpo de Cristo es uno a pesar de las barreras humanas. Al estudiar las Escrituras, también se dio cuenta de que el sistema unipastoral no tiene fundamento bíblico.

Algunos meses más tarde, expresó su desacuerdo y fue públicamente denunciado por el clero local, así cortando su relación con muchos a los que amaba muchísimo “en el Señor”. Sin embargo, no estaba solo. Edward Wilson, secretario asistente a la Sociedad Bíblica, se identificó con la creencia del Dr. Cronin, y los dos se reunieron para “partir el pan” y orar en una habitación alquilada por el Sr. Wilson.

Así fue como en el año 1825 hubo un regreso humilde a la sencillez bíblica y a la libertad en la adoración. Muy pronto el número se incrementó por la adición de las dos primas del Dr. Cronin, las Srtas. Drury, y el Sr. Timms, un vendedor de libros. Después, John Vesey Parney (que más adelante se convertiría en Lord Congleton) se unió a la pequeña compañía de creyentes.

Del cuarto alquilado, los creyentes se mudaron a una casa en el número 9 de la plaza FitzWilliam, y después a la primera sala de reuniones alquilada en la calle Aungier, Dublín, con el propósito de “permitir que la mesa del Señor entre nosotros se convierta en mayor testimonio”, como indica 1 Corintios 11:26, “la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.

En 1827 la asamblea en Dublín recibió varias añadiduras notables, incluyendo a John Gifford Bellett, un abogado irlandés, y John Nelson Darby. Este último, nacido en Londres en 1800, era el hijo menor de John Darby, de Leap Castle, Irlanda. Fue educado en el Colegio de Westminster y después en Trinity College, Dublín, donde se graduó en 1819 como Medallista Clásico de Oro. Él, como el Sr. Bellett, también ejerció de abogado pero pronto lo abandonó para convertirse en un ministro ordenado de una iglesia en Wicklow. Después de su controversia con el arzobispo en cuanto a la unión de la iglesia y el estado, su estudio de las Escrituras le hizo estar cada vez más insatisfecho con su postura. Él y el Sr. Bellett ocasionalmente “partían el pan” con el grupo de creyentes, y no tardaron mucho en unirse de todo corazón a la creciente asamblea.

El espíritu guiador y enérgico del Sr. Darby era estupendo. Empezó a enseñar y a practicar estas nuevas verdades de la Escritura antes de los 30 años, y cuando tenía 80, todavía seguía trabajando tan duro como siempre. En 1828 publicó un tratado titulado “La naturaleza y la unidad de la Iglesia de Cristo”, que despertó mucho interés y ayudó a dar a conocer la práctica de reunirse de forma sencilla como hermanos.

Los primeros 20 años después del comienzo de la pequeña reunión en Dublín fueron años de expansión y prosperidad. Regocijándose en su liberación del clero, experimentando mucha de la presencia y de la unción del Espíritu Santo en sus reuniones, teniendo ferviente amor entre ellos, y dando la bienvenida a todos aquellos que verdaderamente habían nacido de nuevo – ¿hemos de todavía preguntarnos cómo es que creyentes espirituales de varias denominaciones fueron poderosamente influidos y atraídos?

En 1830 ya existían cinco o seis asambleas en Irlanda. Mientras tanto, en Inglaterra cristianos de distintos lugares fueron movidos de manera similar, y se empezaron reuniones que seguían por estas lineas bíblicas, notablemente en Londres, Plymouth y Bristol.

Un nombre que se asocia a la fundación de la primera asamblea en Londres es el de George Wigram, hijo de Sir George Wigram, el famoso comerciante y dueño de navíos. Se graduó de Queen’s College, Oxford, donde conoció a Benjamin Wills Newton y a James Harris, quienes también estarían destinados a convertirse en líderes en el movimiento de los hermanos. El Sr. Harris, quien había sido un vicario de la Iglesia de Inglaterra, era un escritor prolifero y así contribuyó significativamente a la asamblea en Plymouth, a la cual se unió en 1832. Fue el fundador y el primer editor de la revista El Testigo Cristiano (The Christian Witness), que fue precursora de El Testigo de hoy en día.

La asamblea en Plymouth comenzó en 1830. En 1840 el número en comunión se elevó a 800 y, en 1845, había incrementado a 1.200. Desde allí, evangelizaron los pueblos y las aldeas de la región. Cuando los predicadores visitaban estas zonas cercanas, la gente preguntaba, “¿Quiénes son?” Y la respuesta solía ser, “Ah, son hermanos de Plymouth”, que en aquellos días significaba, llana y sencillamente, cristianos de Plymouth. Esta respuesta explica el origen del apodo que, aunque invariablemente rechazado por los hermanos, que buscan reunirse únicamente en el nombre del Señor Jesucristo, todavía se les atribuye en la mayor parte del mundo.

Los nombres que se asocian a los inicios de la asamblea en Bristol son los de George Müller y Henry Craik. El Sr. Müller nació en Prusia en 1805 y se convirtió a Dios en 1825. En 1829 salió como misionero a los judíos, llegando a Inglaterra el mismo año y conociendo a la Srta. Groves (hermana de A.N. Groves), con quien se casaría al año siguiente. Mientras estudiaba la Palabra de Dios, vio claramente que “sólo los creyentes deben ser bautizados, que los creyentes deben reunirse cada Día del Señor para recordar al Señor en el Partimiento del Pan, y que el Espíritu Santo debe estar libre para obrar en el ministerio”.

El Sr. Craik había llegado, de manera similar, a las mismas convicciones, y en 1832 sus caminos se cruzaron. Fue así como el 13 de agosto de 1832, en la Capilla Gedeón, el Sr. Müller, el Sr. Craik, un hermano más y cuatro hermanas – tan sólo siete en total – se sentaron juntos para llevar a cabo los principios que se encuentran en 1 Corintios 11:26.

El Sr. Müller continuó reuniéndose con este grupo de creyentes durante 66 años hasta que murió en 1898. Durante su vida, el Sr. Müller, “únicamente por la oración y la fe”, erigió cinco orfanatos grandes en Bristol; acogió a 10.000 huérfanos; recibió más de $5 millones (de triple valor hoy en día); distribuyó millones de Biblias y de libros; donó $300.000 del dinero recibido para uso personal; y dejó un recuerdo fragante y una prueba convincente de que Dios no sólo oye sino contesta la oración y responde a la fe en Él.

Mientras las asambleas surgían en distintas partes de Irlanda, Inglaterra, Escocia y América, el Espíritu de Dios estaba obrando en países extranjeros. De hecho, nadie puede decir a ciencia cierta si la primera reunión del movimiento de los hermanos fue en Dublín, Plymouth, Georgetown, Guiana Británica, Bagdad, Italia o en otro lugar. Una cosa es cierta: La espontaneidad de los movimientos del Espíritu Santo es el factor más aparente.

Algunos pioneros en la enseñanza de las asambleas en otros países fueron Leonard Strong (Guiana Británica), A.N. Groves (Bagdad), Alberto R. Fenn (España), Federico Stanley Arnot (África), y el Conde Guicciardini (Italia), sin olvidar otros líderes en los países anglosajones, como Guillermo Kelly, F.W. Grant, C.E. Stuart, F.E. Raven, y Robert Cleaver Chapman.



El Sr. Chapman fue una pieza clave en levantar la asamblea en Barnstaple, Inglaterra, y fue un hermano devoto, caracterizado por la santidad, una humildad llena de gracia, y su amor hacia todos los hermanos. Escribió muchos himnos, entre ellos, “Ninguna condenación, O mi alma” y “Ninguno de tus huesos fue quebrantado”.

Hoy, más de 135 años después del origen de este movimiento bíblico, nuestros corazones deben rebosar de gratitud y alabanza al mirar para atrás y observar el valor y las convicciones de estos líderes. Estemos nosotros, al igual que ellos, “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.

Sus convicciones, como las nuestras hoy, encontraron su significado y origen en la inspirada Palabra de Dios, en la que las verdaderas y originales reuniones del pueblo del Señor se describen con exactitud.

Ya sea hace 2.000 años, 150 años u hoy, Jesucristo es todavía el mismo. Por invitación de nuestro Salvador resucitado, nos sentimos constreñidos, como hermanos, a reunirnos cada día del Señor y a recordarle de la manera que él ha establecido.

“Con Jesús en medio de nosotros, nos reunimos alrededor de la mesa,
Aunque seamos muchos, somos uno en Cristo, un cuerpo en el Señor”.

Junto con este “banquete recordatorio”, también disfrutamos de la continuidad de la comunión y del testimonio descrita en Hechos 2:42, “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.

– Tom Brown

(traducido por E.W.)